Cada uno de los elementos tiene su propio simbolismo, siendo que la arena representa el agua, que a su vez simboliza la paz y la tranquilidad de la mente y el espíritu. Neutraliza los malos pensamientos, las actitudes y emociones negativas, creando un ambiente de tranquilidad y serenidad. Un espacio de arena perfectamente alisado representa la inmensidad del mar. Los surcos pueden simbolizar los diferentes caminos que emprenderemos en nuestra vida.
Las rocas son piezas clave en un jardín Zen y simbolizan las montañas como un elemento predominante de la naturaleza. Representan los obstáculos o las experiencias de la vida. Las que son irregulares y asimétricas contienen una mayor carga de energía. En la filosofía Zen nada pasa por casualidad y todo tiene una causa y un efecto.
Las piedras quedan mejor si las sumerges parcialmente en la arena. No las coloques en el centro del recipiente, sino a los lados. Se dice que para tener suerte, debes utilizar un número impar, posicionándolas asimétricamente. Los budistas creen que cada piedra tiene una “cara feliz”, o sea, examínalas de cada ángulo para determinar su “mejor lado”.
El Jardín Zen representa el camino de la vida, representa el universo y está concebido para inspirar vitalidad y serenidad.
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